Presentamos el prólogo de Daniel Rojas Pachas para Necrospectiva Vol.1: La nueva publicación impresa de Cinosargo
La colección de cuentos pasará a añadir un segundo título a nuestra serie narrativa y es el sexto libro impreso de Cinosargo Ediciones.
Los dejamos como avance con el prólogo del libro.
Voces previas a la lectura.
"Toda comunicación participa del suicidio y del crimen”
(Georges Bataille)
Si pensar en narrativa dentro del Norte Grande nos sitúa de modo casi directo en el desierto y sin ánimo de exagerar... literalmente desnudos en la precariedad. El pensar al arbitrio de dichas latitudes en el género de terror y fantasía y no cualquier horror con finales sorpresivos al uso, sobrexplotación de lo sobrenatural o místicas e incomprensibles geometrías en juego, sino un terror de corte psicológico, intencionalmente esquizofrénico e intuitivamente delirante, sin asco podemos afirmar que “Necrospectiva Vol. 1” nos ubica en las antípodas de lo razonable.
Como libro la colección de cuentos de Espinoza Bardi genera, a la luz del canon de provincia norte y sus códigos de belleza e interpretación de la realidad, una apuesta al vacío...
Apuesta que Cinosargo Ediciones abraza pues precisamente en aquel riesgo y desacato, en esa escatología desatada y violencia reflexiva y firme como bisturí en mano de un profesional de la tortura, bulle el encanto del trabajo literario de este autor y las diversas formas y rostros que el contenido adopta en sus relatos.
Por ello vale la pena señalar que el libro que en este momento tiene en sus manos “Necrospectiva Vol. 1“, colección de cuentos que constituye la pieza inaugural de la carrera como escritor de Pablo Espinoza Bardi, es una invitación vertiginosa y experiencia nunca antes asumida a cabalidad, vivenciada y transmitida con tanta soltura y oscura confianza por autor alguno avecindado en el norte y me atrevería a decir... sólo por unos pocos en el resto del país.
En este sentido me gustaría enfocar la presente lectura de Necrospectiva Vol.1 recalcando la actitud que el texto asume al momento de empaparnos estéticamente con otras coordenadas de lo real.
Bolaño en torno a la novela de Vila-Matas “La asesina ilustrada” dijo: Hay libros que inspiran miedo. Miedo de verdad. […] leía entonces una novela breve en una de cuyas páginas se advertía al lector que a partir de ese momento podía morirse. Es decir que se podía morir literalmente, caerse al suelo y no levantarse. La novela era La asesina ilustrada, de Enrique Vila-Matas, y que yo sepa ninguno de sus lectores se murió aunque muchos salimos transformados después de su lectura, con la certeza de que algo había cambiado para siempre en nuestra relación con la lectura...
El libro de Espinoza Bardi sin duda comparte dicha actitud, los cuentos claro está... no te dicen literalmente “en este punto usted se va a morir”, más bien persiguen matar de forma directa al destinatario ingenuo, acostumbrado, facilista... y para ello operan manipulando los límites de su comprensión y pasividad golpeándolo con cuotas que se introyectan a un género, a un estilo, a una escuela de creación crepuscular y manida y la reinventan desde sus viejas entrañas hibridando lo clásico y mejor de Lovecraft y en nuestra lengua Quiroga, Lautreamont o Wilcock agregando su cuota de gore, slasher, cyberpunk y continente de serial killer´s mind.
Bardi tiene la capacidad de tomar un agotado axioma como el de Huidobro “el pequeño dios de la escritura” y sumergirlo en lejía para terminar cosiéndolo por la médula al demiurgo de Descartes, aquél engañoso genio maligno lo cual otorga como resultado un híbrido freak que en manos de nuestro autor sería una especie de Imbunche cargado con la ambigua personalidad de Gollum, dispuesto a jugar y manipular las piezas, los narradores, aquellos contradictorios personajes y atmósferas y de más está nombrar el lenguaje y su affaire con otros códigos.
La suma de elementos y la disposición nos ubica a veces como cómplices, en otras como testigos... alternativamente ante el rol de torturador y víctima de un tercero o presa de la propia mente en un intento por deshilvanar y edificar las profundidades y fronteras que constituyen el principio de una mente asesina y sus continuas necesidades por acceder a un segundo de paz o silencio, una enajenación de las palabras y las cifras gracias al placer de escribir a machetazos sobre el cuerpo de su creación. Sin embargo, no todo acaba allí. Todo principio rayano a la idea de precipicio, promueve en la obra de Espinoza Bardi vasos comunicantes entre génesis y apocalipsis estrechando lazos con el abismo de amor, locura y muerte de Sade, las pesadillas y el hacha de Raskolnikov, la maquinaria de Orwell, Hitchcock y sus musas sacrificables... y una cohorte extensa de consciencias que se atreven a cruzar los límites de la introspección en busca del golpe que quiebre nuestra discontinuidad. Como dijese Bataille en “Sobre Nietzsche”: "Toda comunicación participa del suicidio y del crimen”. Percepción que apreciamos sin ir más lejos desde el primer relato de Necrospectiva Vol.1 “0248084799” y transversalmente en sus hermanos que otean juntos hacia lo más profundo, sin miedo a la mirada que retorna.
Finalmente vale la pena referirse al hombre detrás de las historias... como dijera Rodrigo Fresán: “Siempre digo que a los escritores se los puede describir mediante dos grandes grupos: están los escritores que leen –que para mí son estos escritores modelos, tipo Saramago, Sábato, un poco “pontificantes”- y demasiado compenetrados, para mí, con el mundo de la no ficción, en el sentido de su relación con la realidad; para mí es un poco “higiénica”; a mí me gusta la idea del escritor un poco más apartado de la realidad, no tan enrollado ni tan combativo, ni tan militante con cuestiones sociales. No me parece que esta sea la verdadera misión del escritor. (…) Y del otro lado, están los lectores que escriben. Yo me siento más un lector que escribe en ese sentido. (…) Básicamente, uno empieza a escribir porque le gusta estar solo. Uno empieza leyendo a solas, entonces quiere escribir a solas”
El caso de Espinoza Bardi si lo superponemos a estas palabras del argentino resulta peculiar pues bien podemos observar su mente creativa como parte del segundo grupo, sin mucho interés en la coyuntura, crisis, esplendor y progreso de su entorno inmediato, en este caso San Marcos de Arica. Enajenado por la ficción, estamos ante un lector solitario que escribe... pero este autor va más allá... pues la ficción y las lecturas no se resumen en el libro como objeto poluto y sagrado. Aparece entonces la figura de un cinéfilo que escribe, la de un melómano que escribe, la de un fanático que escribe... de modo que el sistema de signos del cine, el cómic y la música son parte crucial de la atmósfera que busca lograr y no sólo una cita o caprichosa referencia intertextual. De sobra está decir que su prosa no limita en lo absoluto con el ripio de Humberstone o la nostálgica gloria del guano. Su universalidad reposa en lo cotidiano de la fantasía y no a la manera de Julio Verne sino con la asfixia de Kafka... pero una asfixia filtrada por los ochenta, al compás del jadeo de Frank Booth. Una mente provista y moldeada bajo el alero de cartoons como el Super Agente Cobra capaz de educar la sensibilidad de una mente en (de) formación y en ese sentido como obviar una tarde de arriendos en el video-club de la esquina con esas sugerentes tapas del hit del momento, sin embargo, es el rincón de las cintas clases B... (El descubrir Bad Taste de Peter Jackson o Nekromantik de Buttgereit) el reducto elegido para continuar con la tarea iniciada por ese escurridizo anime que uno se pregunta... cómo pasó la censura de televisión nacional. Una vez ajustado el tracking... sólo basta con subir el volumen y deleitarse con esos gritos ahogados que saturan y rompen la hoja.
Daniel Rojas Pachas
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