La geografía del inbunche: zona norte en Fernando Navarro Geisse Por Rolando Martínez




La geografía del inbunche: zona norte en Fernando Navarro Geisse
Por Rolando Martínez





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Los Nortes que hay en el norte: antología de poetas nortinos.
Fernando Navarro Geisse
Cinosargo Ediciones, 2014
102 págs.

Al comenzar a escribir estas breves palabras, se me viene a la cabeza un artículo que tuve la suerte de encontrar en Internet sobre Los hijos Suicidas de Gabriela Mistral, Antología poética del Valle de Elqui, artículo que además dejaba abierta la posibilidad de acceder a un sinfín de comentarios y opiniones descritas por sus lectores. Entre los que más recuerdo, está ese mensaje que aseguraba, el engendro había sido concebido por el mismísimo Alejandro Zambra. Otro, por Alexis Figueroa, o por un académico de la Universidad de Chile que preparaba una suerte de experimento literario para una tesis doctoral. Está demás decir, ninguno tuvo la suerte de dar con el autor, y los pronósticos no hicieron sino aportar un grano de arena, en esa enorme duda que representaba un conjunto de poetas tan extraños como desconocidos. Es probable que tales aseveraciones no sean sino el fiel reflejo de un trabajo capaz de hacerse espacio entre las mil y una publicaciones que atiborran la vitrina poética chilena, ya sea por la calidad de sus textos, como también por la gran incógnita que circunda a cada una de las voces ahí presentes. Distinto no es el caso de Los Nortes que hay en el Norte, proyecto que al parecer extiende o prolonga el entramado donde alguna vez Leonidas Lamm escribió: “Desde mi equívoca posición como académico, me sitúo en este tambaleante pedestal y predico, invento cánones, escribo artículos y muero de a poco”. Asimismo, y a su manera, Fernando Navarro Geisse dice “Por ahora no me queda más decir que mi estrategia de escritura, quizás la única estrategia posible para hacer a este mutante visible, es decir toda la verdad”. Y la verdad pues, es sin duda, la revitalización del siempre cuestionado oficio de hacer antologías.
Entrar en este libro es entrar a una novela que no es una novela. Es más bien una crónica o una bitácora, que no pretende ser ni la una ni la otra. Es la internación sin retorno por las selvas cromáticas de un collage, la fiel imagen de un imbunche, un grafiti que mezcla diversas técnicas, pero que al fin logra lo que se propone: desnudar, ya sea a pito de la mera coincidencia o por un asiduo y previo trabajo in situ, los Nortes que hay en el Norte. Las palabras que componen este libro pretenden mostrar, no sólo el paisaje seco y terrible del desierto, también quieren, por cierto, enseñar, lo que se oculta detrás de ese paisaje: el deseo de transformación de la historia, la fugacidad con que a diario chilenos, bolivianos y peruanos se entrelazan, los resquicios de una era pasada, que sucumbe ante el inminente y desprolijo paso del tiempo.
Desde estos escombros o fragmentos surge la poesía. Surgen las cuerdas vocales de Lorenzo Alcayaga, haciendo lo que un dedo haría sobre la superficie del agua, es decir, expandir su lenguaje, su resuello, alcanzando la idea del eco, del viaje y del movimiento continuo.  En esta constante emisión de ondas, se forja la imagen del Cristo del Poste, imagen que por sí sola es prístina, bellaca, y sin embargo, aturde por su sonoridad y belleza. Asimismo la transparencia de Miguel Tamblay, conjugado en esa imagen de hombre que parece provenir de la montaña. Cito:
aspas flamencos enjambres
estamos todos ahí
somos la bestia sedienta
abierta en un tajo que chorrea mundos
estamos todos ahí
en las estrellas
Coincido con Navarro Geisse, al pensar que Jhony Paxi Ramírez, es, sino, y por lejos, la nota predilecta en este diverso cúmulo de historias. Ya sea por ejercer en similares proporciones la rebeldía y la deshumanización, el poeta aquí citado logra escribir sin miedo y afán una obra maestra, obra que no es otra cosa que su propia muerte. Paxi Ramírez es el más reflexivo, es quien más ojo puso a la brutalidad del mundo, es quien logró, quizás con más fortuna que precisión, que la poesía estuviese de rodillas y en función del lenguaje de los baños públicos. Es, desde luego, cualquier producto de la literatura menos un mártir. Si Miguel Tamblay quiso enseñar las vértebras del Norte, Paxi Ramirez muestra el hígado, el páncreas, los testículos de éste lado miserable del universo.
Prosigue para engrosar este espectro Pedro Álvarez, quien posee la no mísera cualidad de serpentear entre los páramos que componen lo frágil y vulgar, lo duro y blando, lo tenso y ligero. Ya en poemas como Los indios eran amigos del diablo, el poeta deja entrever la impostura con que logra, incluso, prevenir de los maleficios, y/o expulsar del pueblo, tanto a ángeles como a demonios.
La tesis que propone Navarro Geisse es sin duda la de un alquimista, quien a ratos es capaz de confundir, puesto cohesiona de manera armónica en su proyecto, tantos géneros literarios como poetas.  Probablemente cada uno de los personajes que componen esta obra presenten cualidades disímiles, sin embargo, es en esta unión donde se elevan, es en esta especie de dream team donde logran levantar el vuelo. Sin ir más lejos, pienso, no existirá otra mejor tribuna que éste compendio camaleónico, donde se les conoce al punto de sentirlos reales.

Arica, 15 de julio de 2014.

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