Crónicas del Olvido: VÍRGENES DEL SOL INN CABARET (Cinosargo 2014) por Alberto Hernández
Crónicas del Olvido
VÍRGENES
DEL SOL INN CABARET
Alberto Hernández
1.-
Imágenes, desfiles de cuerpos, luminarias,
ojos que desafían las luces del escenario, un público ávido de escuchar o de
quedarse dormido pero con los ojos abiertos. Alguien pasa desde lejos, como es
mi caso, desde el trópico de esta Suramérica aturdida aún por las tantas
baboserías que dicen sus dirigentes y animadores de programas de televisión.
Me desvío del tema: quiero desviarme. He
leído un libro de hace años, un libro ganador del Premio Casa de las Américas y
me hago el desentendido: abrigo la esperanza de quedarme en un poema y tutearme
con el escritor. Decirle a Alexis Figueroa que la cosa va bien, que los poemas
se pueden consumir bajo el sol del Caribe y deshacerse de tanta tramoya, tanto
grito destemplado, tanta María Madonna enredada en una cuerda. El poema –se me
ocurre- es la parte vital de una entrepierna sudada. El poema burla, enfrenta.
Es irreverente: muestra el proscenio lleno de mujeres en ropas menores, bien
adornadas, con el brillo propio de una puesta en escena de la cual,
seguramente, se podrán ver los lentes oscuros de Augusto Pinochet aunque no lo
deseemos, pero por ahí andan en la desmemoria de alguien, ese alguien
despistado que no se sabe metido en el Gran Teatro del Mundo.
Y leo, y vuelvo a tomar café. El libro de
Figueroa me conduce a estas pesadillas despierto, mientras anuncian un ciclón
en las costas de Venezuela y el jefe de gobierno despliega todo su diccionario
de improperios contra unas hormigas que le comen la torta y los caramelos.
Vuelvo al libro, jamás me he ido, y me relamo con “el país equis” que nada bajo
el cielo oscurecido de Santiago. Y vuelvo a entrar, la puerta se traba, el
poema me empuja y me dice que es “la región de la Utopía”, ese menester
porfiado, entre sobacos, dolido por su imposibilidad de ser. Pero el poema sí
puede. Sí es. Sí existe. Es el libro lleno de voces, de ecos, de imágenes de
Alexis Figueroa con nombre de burdel, de bar de esquina, de muladar cubano: Vírgenes del Sol Inn Cabaret (Ediciones
de Cinosargo, 2014). Es la cuarta edición: ha tenido cambios como las mareas y
como las mujeres que menean las cinturas bajo el relente de una borrachera
idiomática.
2.-
Es un poemario con fotografías, imágenes, dibujos.
Es decir, es un libro para imaginar y sentarse a imaginar. Que por ahí va el
asunto, quebrarse la cabeza con la imaginación, porque para eso somos,
imaginarios. Lectores imaginados por Figueroa, pero no tanto: figuraos que
Figueroa nos imagina, entonces somos imaginarios de una figuración que suda con
el baile de tanta mujer en pantalla, bajo los cenitales del teatro político,
social, cultural y burdelero de América Latina. Y así vamos, de poema en poema,
de país en país, de sueño en sueño, de salto en salto, de mirada en mirada. Que
lo digan los lectores de un mundo hecho show, performance, espectáculo, baile,
cadencia de los muslos, enredo de carnes. Voces atipladas, cantos, iconos,
filosofía de ojos que nos miran desde el poema y nos destrozan. Un
caleidoscopio que nos toma de la mano y nos enseña, sin querer, la Cordillera
de los Andes cantada por el poeta centenario, por el gran poeta de los antipoemas.
Y terminamos hechos un texto de neovanguardia de aquellos años 80: Clark Kent
podría volar sin traje de Superman en
medio de unos ojos desorbitados. No había centros comerciales. Sí gente de
esquina, con cigarro en la boca y mujeres que pasaban con los ojos muy pintados
y una sonrisita que decía “mírenme”. Ahí está el poema y Alexis Figueroa fajado
con sus papeles y sus lápices o su máquina de escribir, trazando realidad y
ficción. Irreverente, poético, entre la democracia y un golpe de estado,
dibujado por el exilio, desnucado por el diccionario de un militar cuya voz era
la oquedad de un baño sucio.
3.-
Me abrigo con el nombre de una mujer, me
apropio de su nombre y repito con el poeta:
María
Madonna, desciende en ala delta desde el cielo,
mueve
sus dos manos, hace “chao” mientras el viento
le
desata las cintas del sombrero.
Lleva
blusa transparente, pelo al viento, pantis lila,
falda
pantalón de seda y de lamé,
piel
tostada por la larga estadía bajo el sol (…)
Me avengo a la solicitud lejana de Proust,
por aquella delicadeza: “…mientras el viento/ le desata las cintas del
sombrero”, pero más adelante la desnudez: imagino los senos, el trópico, el
sudor, la danza bajo las luces, el sol allá afuera, el espectáculo. En otro
lado alguien grita con los dientes en el suelo. O una mujer aborta y un niño se
hace adulto mientras aprende sueco con los ojos cerrados. Todo esto me lo dice
el libro y tampoco me lo dice: lo imagino.
Digo entonces que Figueroa repasó toda la
miseria humana entre luces y brillantes. Elegancia y biombos, platillos y
griticos discordantes. La América Latina de todos los tiempos. La de ayer y la
de hoy. La que nos escuece. La que nos hace burdel en el iris y nos revela que
aún desandamos el camino que no hemos trazado.
4.-
Varias son las vírgenes. Metáforas de himen
complaciente, abiertas a la resonancia de una época. Cinturas, vulvas,
propaganga, publicidad. Coca-Cola, deslices menores. Cada virgen es la edición
de un cuerpo, cada virgen es un capítulo o al menos un descanso para que el
poema adquiera otro tono o el mismo pero a distancia del rostro mellizo del
comienzo en círculo perfecto.
Rostros de mujer, unas ceñudas, otras
sonrientes. O al menos, así, imaginadas. Teoría de un poema que se lee con los
ojos abiertos para la luz nocturna.
Y así, para la última, la que cierra la
puerta del cabaret/ poema:
Postrero
mundo-comic. Serigráfica postal de Coca-cola.
Postrero
mundo-comic, que gira igual que un long play
de
realidades,
revelándose
a sí mismo en forma de arcaico y fantasmal
espíritu
hegeliano
retratado
de esa forma entonces,
en la
diaria & filosófica expresión
de la
palabra y la tinta de los diarios (…)
La palabra, la palabra, la que queda luego
de una cuarta edición, la que se mueve en medio de las horas, la que flota en
el tiempo, la que roza las edades. La misma que desde los 80, un poco variada,
con dibujos, fotos y trazos regresa en este momento y luce a una Terese La
Belle como si el mundo girara al revés. Es que la poesía lo hace posible. Y en
un cabaret mucho más, como en esta América indolente, doliente, cabaretera,
bocona y decimonónica, engreída.
Un poema que nos atañe y nos destiñe.
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