Sobre Paltarrealismo —Anatomía social de una palta- por Daniel Olcay Jeneral



Sobre Paltarrealismo —Anatomía social de una palta- por Daniel Olcay Jeneral

Todo es delirio cotidiano al no saber cuántas paltas necesitas para arrendar una vida y salir a matar… cuando no sabes cuantas paltas te faltan para terminar la jornada de trabajo… cuantas paltas necesitas para poder comprar un pasaje lejos de ese fundo/pueblo que te consume pero persigue como un perro callejero… cuantas paltas necesitas para pagar una escolarización de mierda que solo ayuda a mantener la inercia y la división social… cuantas paltas necesitas para darte cuenta que eres un habitante de Paltarrealismo que vive imaginando un ahora y un porvenir dentro de un tibio vaso de chela.
                Cristóbal Gaete contruye en su libro Paltarrealismo (Cinosargo, 2014) un fundo/pueblo que imagino en proceso de mutación, y observo como… “llegaron las multitiendas y también los casinos populares que le robaron el público a los pool. Los hipermercados ocupaban grandes extensiones, uno incluso frente de la ex estación de ferrocarriles”. Al leer, mi cabeza pensaba en un camino (en otro tiempo de tierra) ahora pavimentado pero repleto de hoyos debido a los camiones que exportan paltas sin cesar. El lugar crece y se “desarrolla”; y determina la vida de sus habitantes dependiendo del material con el que estuvo echa su cuna al nacer (si es que ese habitante tuvo alguna vez cuna). Con una prosa limpia y directa que permite involucrarte y recorrer a pie estos caminos en Paltarrealismo, Cristóbal Gaete logra reproducir, a través de personajes que oscilan entre la rutina, la avaricia, la reducida y patética ambición de algunos, la crudeza y la resignación, un escenario social que dialoga con una provincia decadente y las relaciones de poder.



                La provincia es una parodia, y es el lugar donde diversos personajes sobreviven en un horizonte verde palta. La división social planteada en el libro es una idea que puede extrapolarse a todo un país. Al final, nos crean en serie pero nos dejan en claro que no todos somos iguales. Las paltas de exportación son las más bonitas, y las que logran irse en algún camión para ser consumidas por extranjeros. Las otras paltas, agraciadas pero no a tal punto de ser exportables quedan en el fundo/pueblo; miras a esas paltas y te da pena que se echen a perder. Por otro lado, están las paltas olvidadas en la tierra, aquellas que se pierden entre raíces y hojas secas, pisoteadas, machucadas, podridas. Este último grupo de paltas no afectan la economía de todo un sistema. Un sistema que determina tu vida. Un sistema que silencia vidas. Una provincia que con leyes invisibles logra permanecer en el mapa. Una provincia que puede hacer todas estas divisiones, sin embargo, ha nivel macro es una de las paltas asquerosas que sigue permaneciendo olvidada entre barro y mierda animal.
                Cristóbal Gaete hace de la palta un fundo/pueblo. Cáscara, verde y cuesco no se pueden mezclar. Un joven sale con su carretilla llena de paltas cada mañana como un Sísifo provinciano, mientras El Niño Calerano carga con la historia de un pasado silencioso. Un escritor como una especie de John Wayne trasnochado que imagino cantando rancheras junto a un whisky a lo muy Frank Sinatra. El pintor/exportador/escritor mata su tiempo en un fundo/pueblo ya muerto. La noche es eterna cuando fumas paltas, y solo te queda aquel cuento, o historia, o cahuín… aquel que decía “Los hombres buscan las manera de romper el cuesco, de horadarlo con picotas, cuchillos y combos, pero no hay manera. La mujer, casi desnuda, entiende; ellos entienden: no hay nada dentro del cuesco de una palta.”

Arica, julio 2014

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