RECOMENDAMOS EDITORIAL O TESTIMONIO DE PARTE [LETRASÉRTICA NÚMERO III - TACNA]
EDITORIAL O TESTIMONIO DE PARTE
¿Es razonable publicar una revista literaria en condiciones absolutamente desfavorables? La respuesta huelga. Si lo hacemos es -quizás, en parte- por mero ejercicio lúdico y hasta por cierta insana tendencia al autoescarnio. ¿Puede alguien tomarse en serio esto de la literatura? Todo se reduce al gozo, señores. Seamos sinceros, el libro es un arte(facto) de entretenimiento que cumple su finalidad tanto como el licor, la música, las drogas o el sexo, sólo que contiene cierto grado de refinamiento que a uno le permite presumir de “intelectual”.
Es
verdad de Perogrullo que no porque uno lea más que el resto y tenga una
biblioteca atiborrada de obras selectas, sea mejor persona, en el
sentido moral. Pueblos ágrafos como el andino supieron elevarse a
categoría ética que hoy nos causan asombro. “El pueblo está embrutecido
porque no lee” dicen los sabihondos, ¿el pueblo no lee o estos
farfulleros no saben leer la realidad? Hoy se lee más que nunca,
ilustres doctoretes. Lee a diario el niño y el adolescente que va a los
videojuegos. Leen los jóvenes twitteando en su blackberry o exhibiéndose
por facebook; para éstos y miles de adultos con un mínimo de
instrucción las redes sociales son la plataforma alternativa por
excelencia, ni qué se diga del fenómeno internet donde se ha concentrado
el conocimiento universal y está al alcance de todos. Hasta los
sectores más pauperizados se alimentan de la televisión y el periódico
chicha que la gran prensa distribuye a granel. Sumado a esto la acción
benéfica de la piratería que permite abaratar el costo de los libros.
“Democratización de la cultura” le llaman, fenómeno demonizado por
nuestra sagrada “intelligentzia”, hace no mucho Marco Aurelio Denegri
puso el grito en el cielo: “Es que por estos medios la información viaja
con mucha prisa, nada se retiene”, es cierto, pero ¿qué le vamos a
hacer, acaso cambiar el curso de la historia? Nos guste o no, esa es la
realidad. El viejo concepto de “élite” ha sido pulverizado por el
“demos”. ¿Será la inundación de los bárbaros anunciada por González
Prada? Tampoco se lea esta declaración como una apología al hedonismo
elevado a la n potencia. No somos tan ingenuos.
Creemos,
como axiomatizara Oscar Wilde, que si hay una regla para medir el valor
de una obra literaria, ésta debe ser dada exclusivamente por sus
cualidades estéticas. Por tanto, nos tiene sin cuidado la temática de
tal o cual texto; esto se hace plenamente verificable por el contenido
de estas páginas donde confluyen, como en un mural de arte híbrido, los
más variados matices; y obviamente no somos localistas, en este amplio
collage de voces caben artistas de todas las procedencias, los de
aquende y los de allende, todos hermanados por un vínculo generacional.
Lo que sí, no es propósito nuestro convertirnos en tribuna de
manifestaciones con tufillo político, sean éstas comunistas, fascistas,
indigenistas, nacionalistas o feministas, que hay espacio para ellas en
otras tiendas.
Y es evidente que
publicamos esta revista, aparte del goce, por la sencilla razón de que
en Tacna carecemos de una, lo que es entendible a sabiendas que la
escena literaria en nuestra ciudad es paupérrima, por decir lo menos; y
es que somos un pueblo horro de tradición literaria que no sea la que
consagra el patrioterismo de banderita y escarapela, esa que se alimenta
del odio a Chile, de exaltar con hipérbole el heroísmo de la mujer
tacneña, la resistencia durante el cautiverio, el picante, la
buganvilla, el techo mojinete, el río Caplina, la pileta y la catedral.
Patriotismo muy respetable, por cierto, pero que ha sido y es camisa de
fuerza que nos tiene postrados literariamente en comparación con
ciudades como Arequipa, Puno o Cusco (sólo para hablar del sur peruano)
en las que sí es notoria la influencia de una verdadera tradición. Tan
exigua es nuestra tradición tacneñista, que ha soslayado olímpicamente
su herencia andina, casi nada se ha escrito de esa otra Tacna, la
encubierta. Así y todo, hay quienes continúan repitiendo ese gastado
estribillo “Tacna, tierra de poetas”; apenas podemos exhibir con
menguado orgullo, y no sin beneficio de inventario, el legado de la
“Bohemia Tacneña” de fines del siglo XIX y los trabajos de la generación
de poetas del 70 del siglo pasado. En poesía dos o tres nombres de
valía, en narrativa simplemente heredamos raquitismo. Es recién en estos
últimos años que se viene forjando un atisbo en las obras de Torres
Gárate y Gabriela Caballero en narrativa, a los que se suman Mario
Carazas y Luis Chambilla en poesía, siguiendo la estela de los
Velapatiño, Cancino y Fernández de Córdova, en ellos es posible hallar
cierta inquietud que tiende a conformar un movimiento, y aunque deflagre
al cabo de algún tiempo, su labor se verá cumplida en los retoños,
estos muchachos que emprenden osada aventura, los Alberto Ninaski, Raúl
Miranda, Yhan Coronel y otros; en ellos se deposita el porvenir de
nuestra literatura.
“¡Parricidas!”,
dirán algunos, ¿cómo serlo si el erial apenas produce uno que otro grano
de valor desigual? Por eso, nos vemos obligados a labrar el surco en
pleno arenal, sembrando letras en el desierto y a fuerza de batallar
contra el statu quo, acometemos la tarea de irrigar el suelo polvoriento
donde hunde su hocico la medianía intelectual. Parafraseando al poeta
Atahualpa Rodríguez: queremos remozar la escena quitándole las legañas que
una forzada senectud le ha hecho filtrar sobre sus ojos provincianos.
Ciertamente, nuestra actitud no es la del gallinazo que se posa sobre la
catedral, traga restos de palomas que yacen muertas, se relame orondo,
deposita sus necesidades en la cruz y se larga, mientras las beatas se
persignan, el cura maldice a la horrenda criatura y las gentes elevan
una oración. Espíritus perspicaces pueden deducir que hemos trocado la
estantería repleta de libros mediocres por la cruz donde el gallinazo
excreta, y no es así; respetamos esa anémica tradición que nos inspira
un sentimiento afectivo del mismo modo que un enfermo de leucemia
conmueve a la caridad cristiana.
Visto el diagnóstico, se hace perentorio decir con Vallejo: hermanos, hay muchísimo que hacer.
Nos
estimula en alto grado el trabajo que vienen realizando en Arica,
ciudad vecina, los muchachos de CINOSARGO, una joven editorial que se ha
abierto camino a punta de publicaciones de notable calidad,
diversificando y amplificando la escena literaria del norte chileno que
agonizaba congelada en fórmulas de antaño; hemos trazado un vínculo
sólido con este grupo de irreverentes camaradas del arte y la bohemia.
Del mismo modo con los integrantes de YERBA MALA CARTONERA de Bolivia,
un colectivo literario manejado como editorial que se mueve en los
márgenes del academicismo, operando en el insterticio ignorado, allí
donde se han inventado muros y sólo hay espacios abiertos, trocando el
desecho humano (la inmundicia) en vida (goce) por acción del reciclaje. Y
porque nos une el mismo espíritu, suscribimos plenamente estas
palabras: “en nuestro contexto inmediato poseemos el referente y guía
del Grupo Orkopata, quienes a inicios del siglo pasado, -en frontal acto
vanguardista- previeron la capacidad de comunicación entre distintas
nacionalidades y visiones de existencia mediante el arte y la
literatura, logrando lazos entre toda la región y el resto de los
continentes”.
(Fragmento del
manifiesto de Yerba Mala Cartonera, en: “Akademia Cartonera, un ABC de
las editoriales cartoneras en América Latina”, Universidad de Wisonsin,
2009). Si el arte no admite fronteras, convengamos que el estrecho
patrioterismo nos hace daño. Las demarcaciones políticas se diluyen por
el tránsito incesante de seres humanos y con ellos el desplazamiento de
sus ideas, sueños, fluidos, pesadillas, estímulos, etc. Este espacio
fronterizo que habitamos nos otorga la ventaja de movilizarnos y
sacudirnos del letargo en un flujo continuo que muchas veces linda
con lo imaginario/virtual pero que se ubica en un contexto tangible,
cercano y distante a la vez, de estos canales se nutre esta literatura
que siendo fronteriza es universal porque está en perpetuo movimiento.
Entendido
que un texto editorial debe trazar cierta orientación para que el
lector pueda desplazarse sin contratiempos, es menester sentar algunas
precisiones relativas a la presente edición. La columna vertebral
naturalmente está sustentada en los trabajos de autores tacneños (Juan
Quispe Machaca, Alberto Ninaski, Jorge Parra, Raúl Miranda, Luis
Chambilla, Augusto Aníbal Toledo, Yhan Coronel, Eustakio Khori Sonqo,
Mario Carazas, Íkaro, Manuel Vicente Otazú y Moisés Chacolla), todos
ellos de la nueva hornada, salvo dos o tres nombres que ya han alcanzado
cierto prestigio, siendo ampliamente reconocidos como adalides del
recambio generacional iniciado a fines de los 90 e inicios del presente
siglo. Casi todos han participado en los dos números precedentes, por
tanto se ha obviado sus referencias personales -los interesados ya saben
dónde remitirse-.
Asimismo, contamos
con selecta colaboración de dos jóvenes autores de Arequipa y Trujillo,
ambos muy talentosos. Exhibimos del exterior, como ya se ha
explicitado, sugestivos testimonios del trabajo que llevan adelante los
colectivos Cinosargo y Yerba Mala Cartonera, de Chile y Bolivia,
respectivamente; asimismo, incluimos el trabajo de un joven narrador
argentino. Muy substancioso es el ensayo que sobre dos puntales de
nuestra literatura -Churata y Arguedas- ha escrito una brillante
investigadora española, joven y decididamente vanguardista; sobre el
mismo Churata ha escrito Eloy Jáuregui un interesante artículo que hemos
reproducido a propósito de la reciente reedición de “El Pez de Oro”, la
obra maestra del escritor puneño. En la sección homenaje va un collage
de textos en torno a uno de los poetas fundacionales del Perú: César
Atahualpa Rodríguez. Del mismo tenor es la entrevista que le hicimos al
poeta Mario Carazas como un reconocimiento -en su persona- a la
generación de los 90, eslabón entre los poetas del 70 y la generación
actual. Cerramos con un puñado de reseñas sobre las últimas
publicaciones efectuadas en nuestra ciudad y en la vecina Arica, estos
comentarios no tienen ninguna pretensión de hacer crítica literaria o
cosa parecida, son sencillas apreciaciones hechas por lectores
pedestres. Las ilustraciones que engalanan las páginas de LETRASÉRTICA
III están a cargo de un talentoso artista plástico, muy joven él,
llamado Guztabo Lauracio, sin duda estamos ante un artista en potencia
por la sobriedad de su estilo y el diestro manejo del pincel, en este
caso del carboncillo; más que una grata promesa ya constituye una
realidad desbordante.
Decíamos que
las condiciones son desfavorables para emprender un proyecto de este
tipo, lo que en buena cuenta implica falta de: recursos económicos,
apoyo estatal, público interesado y demás factores. No señalamos estos
aspectos por afán autocompasivo, somos conscientes de esta realidad y
como tal la afrontamos.
No faltará
quienes recusen esta revista por su modesto diseño y formato artesanal,
hecho con escasísimos recursos monetarios pero con exacerbado
apasionamiento, para ellos sólo nos reservamos una sonrisa compasiva. No
obstante, habrá aquellos que valoren el esfuerzo y el talento de estos
muchachos, para ellos nuestra mejor amistad. Esta es la propuesta del
colectivo LETRAS EN EL DESIERTO, poesía, narrativa, ensayo, dibujo, arte
en suma; no se puede negar el aislamiento geográfico y cultural a que
se ha visto sometida Tacna respecto de la capital y otras ciudades
importantes del Perú, este trabajo colectivo -de algún modo- implica una
respuesta a esa situación, no desde el estrecho localismo, sí desde la
amplitud de horizontes; por lo demás, corresponde a los lectores la
última palabra, la nuestra ha sido enunciada.
Los Editores
Grupo literario LETRASÉRTICA
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