TRILOGÍA DE PUERTO PEREGRINO de Oscar Barrientos Bradasic Por Mónica Jensen



TRILOGÍA DE PUERTO PEREGRINO de Oscar Barrientos Bradasic

Por Mónica Jensen
La Gaceta de Melipulli. 23 de agosto de 2015



Puerto Peregrino es una ciudad costera, ficticia, “triste, lenta, con olor a libro viejo”, capital del archipiélago de Obatu; un puerto que es el espejo de Punta Arenas, con una plaza llamada La Puerta del Viento. Por sus calles siempre grises y sus bares (la mayoría con segundo piso), transita, merodea un poeta: Aníbal Saratoga. El calza diferentes adjetivos: escéptico, nostálgico, depresivo, enamoradizo, bebedor, ángel enfermo, y es protagonista o testigo de los extraños sucesos que ocurren en esa urbe con veletas.

El libro recién publicado: Trilogía de Puerto Peregrino, parece otro cuento paradójico de Oscar Barrientos (Pta. Arenas, 1974), escritor y profesor de Literatura de la U. de Magallanes, nacido a pasos del estrecho, con el sello de unos antepasados que vienen de dos islas contrarias: Chiloé y Brac, perdida allá en el archipiélago croata más grande del Mar Adriático, tal vez habitada desde la antigua Grecia…

Si no paradójico, un cuento mayor, porque aparte de reunir sus libros de cuentos: El diccionario de las veletas y otro relatos portuarios (Cuarto Propio, 2003), Cuentos para murciélagos tristes (Cuarto Propio, 2004) y Remoto navío con forma de ciudad (Cuarto Propio, 2007), la trilogía enlaza a Oscar, un autor muy particular de la Patagonia con Daniel Rojas Pachas (1983), editor de Ediciones Cinosargo, escritor, profesor universitario y traductor, también muy particular, pero de Arica, puro norte y frontera. Ambos laboriosos. Ambos premiados y traducidos. Ambos admiradores del poeta Enrique Lihn, por nombrar uno solo.

Daniel ha publicado decenas de obras de autores latinoamericanos e incomodado con sus ideas al establishment literario. Oscar reúne a los escritores en su ciudad o viaja a sus encuentros, dentro y fuera de Chile, y piensa la escritura desde un ángulo distinto al de muchos de sus pares. Dice él: “Los géneros se pueden entender como puntos de fuga y no como cárceles conceptuales”. Dice Daniel: “El texto no pertenece a ningún género ni a ninguna clasificación; es siempre paradójico”, mientras admira a creadores como Thoreau, Whitman o Deleuze, por automarginarse de corrientes imperantes, ser disidentes y no simples borregos de su tiempo.

Los cuentos de Puerto Peregrino siempre fueron disidentes. Lo que se narra abre circuitos de libertad y la poesía es un velcro adosado a ella, punto en contra manifestado por algunos escritores para esta condición mixta de género. Su lenguaje, sin embargo, va mucho más allá. Concita infinitas perspectivas de la historia, sin hipotecar del todo la realidad. Se experimenta, por ejemplo, con lo onírico, lo maravilloso, el relato de aventuras, la soledad del ser humano, el sinsentido y los elementos de nuestra cultura. Estos cuentos – al juntarse – suman fuerza, se transforman en la vorágine existencial, inolvidable, de Puerto Peregrino; su teatro del absurdo, ese juego de máscaras bajo las cuales los personajes viven o perecen, esposados al madero de una ilusión.

Hace un par de años, Alejandro Zambra dijo: “Dan ganas de encontrarse con Barrientos en alguno de esos bares que, convenientemente fondeados en calles laterales, acogen a los más curiosos y oscuros personajes – en su mayoría fracasados – que esperan pacientemente una improbable segunda oportunidad”.

En el prólogo de la Trilogía, Cristián Vila escribe: “No hay hasta el momento un grado de fabulación o de imaginario desbordante en nuestro país, como el que presenta el magallánico Barrientos Bradasic”.

El autor ha publicado varios libros: uno de relatos (1997), dos de poemas (2004 y 2014), tres novelas (2009, 2011, 2013), la última llamada “Carabela portuguesa” (Calabaza del diablo, 2013), que obtuviera el Premio Nacional de Narrativa y Crónica Francisco Coloane el año pasado. Además, la interesante y bella crónica: “El barco de los esqueletos”, Pehuén Editores 2014 y “Los fantasmas del viento”, cómic, en conjunto con Mirko Vukasovic y Cristian Escobar.

En Venezuela publicó una “Antología Naviera” y en Zagreb (capital de Croacia), la Editorial AGM y la Fundación para la Emigración Croata editaron su primera novela traducida: “El viento es un país que se fue” (Vjetar je zemlja koje vise nema). Textos suyos se han traducido también al inglés y alemán.

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