LOS HECHIZOS DE CORÍN: SIMETRÍAS DEL ENCAJE [por Vanessa Martínez]
Casi
por antonomasia la inmensidad del desierto, flanqueado por silencio y soledad
como imagen recurrente, comparece en la obra de autores emblemáticos que han
recreado los avatares, miseria y esplendor, de la vida de hombres y mujeres
estacionados en los eriales del norte chico chileno, circunscritos en el
pretérito ámbito del ciclo salitrero. Ruinas y cementerios abandonados
son último resabio de esa etnografía. Subsisten como testimonio las fotos de
obreros del caliche en libros de historia y en gigantografías
ornamentando muros de diversos lugares públicos en la ciudad de Iquique. En
materia literaria el paisaje nortino tiene hoy otras propuestas. La
experiencia del presente no recoge los antiguos legados, sino que insiste su
manifestación por atajos nuevos, por ejes urbanos. Basta con repasar la
narrativa reciente, indagar lo novedoso para aventurar genealogías únicas y
diversas en la percepción de la realidad actual
Destaca
el joven escritor y editor Daniel Rojas Pachas en su artículo “Imposturas y
tránsitos en la nueva literatura del norte de Chile”1,
la irrupción de nuevas voces en el ámbito local, afirmando que “podemos entender mejor el grado de consciencia
que tienen los actores actuales en el norte chileno, el análisis y la
autocrítica que hacemos de nuestra realidad, y las líneas de acción que hemos
procurado tomar, abandonando el llanto provinciano y aplicando lógicas
distintas. Soluciones y propuestas basadas en la distribución natural del
territorio, diálogos estéticos y productivos interfronterizos
que superan la falta de preocupación y profesionalismo de instituciones
estatales y privadas, resignificando o resemantizando discursos o prácticas, las principales ligadas al espacio,
al tiempo y al flujo e intercambio de bienes, la idea de hibridez, mestizaje,
tráfico y contrabando cultural, vistos peyorativamente por la oficialidad, son
pensados por nosotros como actos de resistencia.“1
(2014)
La
cita fortalece lo que planteo en mi escrito. El texto que invoco arriba,
ilustra el quehacer de cuatro nombres de obras y autores jóvenes que gravitan
por todo el norte, pertenecientes a un “nosotros” más amplio de voces con
otros trazos argumentales, embarcados en una travesía que, en
términos de discursos, experimentación y riesgos, rebasa los puntos cardinales
del espacio que refiero como la septentrional zona de Arica Parinacota,
creada por ley el año 2007. Es aquí donde deviene esta postura.
Cabe
señalar que en este nuevo escenario literario del
extremo norte de chile, de activa vecindad con Bolivia y Perú por proximidad,
forman parte de este horizonte otros narradores, vigentes y
clasificados en antologías muy recientes, más por ímpetu que por afinidad en
los estilos y técnicas narrativas, que se incorporan a esta región crepuscular
de asombros nuevos y aportan con sus registros personales en ruptura con las
coordenadas del canon establecido, sonidos de contrapunto a esas voces. Es en este sentido que creo necesario ampliar el espectro a
escritores de narrativa cronológicamente mayores, quienes, y parafraseo a Rojas
Pachas“también generan tensiones interesantes en la delimitación
de lo que entendemos por género”. Me permito citar
a Luis SeguelVorpahl y Carlos Morales Fredes, residentes de la urbe ariqueña. Cada uno
enfrenta sus complejos procesos creadores de modo particular en este espacio
donde el tiempo, localización geográfica, y la vida(cotidiana) de miles de
actores, tejen una malla polimorfa de interrelaciones que impregnan la
subjetividad individual de estos autores.
La subjetividad, cualidad entendida como clave o trasunto
de la conciencia del sujeto-autor, es la instancia que enfrenta de modo
constante la realidad en permanente cambio, y la que faculta la enunciación. El
pensamiento se transforma en escritura, previo paso por el tamiz de la
subjetividad que torna singular la construcción del discurso, en una relación
intrínseca con el lenguaje, tanto que, a decir de Barthés,
el sujeto se constituye en la propia instancia de enunciación.
Postula CedomilGoic
que el ser humano ha entrado en crisis al experimentar que su conciencia se ve
imposibilitada de percibir el mundo tal como es: “la unicidad del mundo
se ve rota”, dice, y por esta percepción expresa sus distintas experiencias,
sujetas a su vez, a nuevas interpretaciones. El escritor quiere dar testimonio
real de la angustia que lo agobia, de la existencia que lo inquieta, en suma de
la ambigüedad de la realidad. Problematizándose, problematiza al lector sobre
esa realidad, implicándolo.
En
ese proceso, el escritor hará comparecer el mundo que lo habita, hará texto esa
urgencia por hacer entender su propio modo de concebir espacio y tiempo en la
atmósfera vital en la que él es también un acontecer, un salir del agujero
negro de sus ocultas aprensiones. Ese es, grosso modo, el croquis general del
trabajo literario de Carlos Morales Fredes,
autor. Suele ser cierto que no se puede acceder al autor aunque su obra trate
sobre su vida. Más que esconder al Minotauro, el laberinto se esconde en sí
mismo.
La infancia de Carlos Morales se impregnó de la
atmósfera precordillerana y el aire salino del puerto. Su padre trabajaba
en el FFCC Arica La Paz, razón por la que se instaló con su familia en Central,
una estación del trazado ferroviario, y más tarde en la ciudad de Arica.
Es en la casa de su abuela donde comienza a evadir hostilidades refugiándose en
sus fantasías. Comparte con su madre su afán lector. No dejaba de ser un
adolescente cuando empezó a trabajar en LAN CHILE durante un importante tramo
de su vida, como vemos, vinculada a símbolos del viaje y nutrida por
experiencias de su cotidiano acontecer. Desde el año 2003 participa en las
tertulias del grupo Rapsodas Fundacionales.
Morales Fredes
se consagra como un escritor de esta región extrema, con algunos años de oficio
en el relato breve, que ahora incursiona en otra propuesta sindesvincularse de ese primer ejercicio literario
ni del contexto local que en él actúa como potente referente. Ha
publicado Malicia, volúmenes I y II; y Ausenciando
(cuentos), méritos por los que ha sido dos veces becario del Consejo Nacional
de la Cultura y las Artes. Con mirada crítica el escritor Daniel Rojas Pachas
señala: “El estilo de este autor resalta por su uso coloquial del lenguaje,
lacónico y preciso, libre del barroquismo propio del escritor latinoamericano”2.
Debo partir señalando la estructura formal del libro. Es
una novela corta por su extensión: sesenta y una páginas en el formato que me
permite leerla. Editada abarcará un número mayor de hojas impresas. La
conforman doce relatos, algunos breves, y otros de mayor extensión. El volumen
en cuestión se constituyó como un libro de narraciones que puede ser leído como
una novela, en una dualidad genérica que lo emparenta con colecciones similares
creadas por importantes escritores (Guillermo Cabrera Infante, Carlos Fuentes y
Beatriz Espejo).
Bajo la misma trama, cada relato se integra al otro
de modo explícito, en los mismos escenarios, reiterándose en ellos los
personajes principales, no así los secundarios construidos con cierta
discontinuidad: parecen ir de paso por segmentos de narración. Con estos
fundamentos, podemos decir que Morales Fredes,
autor de este libro, se inscribe dentro de la estética de la fragmentariedad,
por la naturaleza de los textos –fragmentos, epígrafes que funcionan como
micro-relatos, viñetas, poemas, letras de canciones- que están incluidos en
cada narración que conforma el volumen final. De ahí el uso de relato en lugar
de cuento.
En consecuencia De Corín Tellado y otras novelas de
bolsillo, conjunto de los doce relatos puede ser denominado una novela
fragmentada, reitero, por la brevedad de sus partes. Según Juan Armando Epple,
la novela fragmentada: “Subvierte la concepción tradicional de la novela
como un orden secuencial (sic) lógico, deroga la noción de totalidad
comprensiva, o la ilusión de totalidad, y con ellos la confianza en la
protestad del narrador, y […] apela a un nuevo tipo de lector, un lector que
debe involucrarse activamente en el proceso narrativo y ejercitar sus propias
estrategias de lectura”3.
Este concepto, que
puede ser aplicado a esta novela de Carlos Morales Fredes,
ha definido un libro de piezas narrativas estructuradas con tales criterios: Historia
argentina, novela de Rodrigo Fresán
(1991)4,
y nombro aquí un ejemplo geográficamente más cercano de este tipo de
colecciones que, “por una parte, cuestionan los postulados canónicos del
cuento y, por otra, reafirman la riqueza estructural de la novela”. “Puedes
leer la novela a partir de episodios independientes, pero la comprenderás mejor
si lees todos los relatos y vas uniendo piezas del rompecabezas. Hay detalles
con respecto a algunos personajes que solo se entienden si pasas a otro relato,
aunque si los leyéramos de manera independiente tampoco nos privaría del
ejercicio de la lectura.”4.
En la primera página se configura el paratexto
de la novela: el título, nos remite a la española María del Socorro Tellado López, mejor conocida
como Corín Tellado, autora de novelas de amor, y además según declaró en
una entrevista, “simpatizante del Opus Dei, crítica de Escrivá de Balaguer y
admiradora, durante una época, de Henry Miller”5.Le
sigue en la misma página un poema breve que esclarece, en una síntesis
rimada, el origen de la afición a la lectura del autor, y cómo las obras de esa
autora fueron fuente originaria del rigor en la sintáxis
del escritor nortino. El nombre del autor de la novela completa los datos
esenciales para ingresar al grueso de la historia.
La novela comienza con un párrafo breve escrito en
cursiva: es el discurso de un narrador en segunda persona, un paranarrador,
testigo adulto que “ve” y detalla, como una voz en off, momentos breves y
precisos de acciones que realiza el protagonista en la amplitud de la historia:
el niño que cuenta en primera persona y tiempo siempre presente. En esta lógica
ficcional del autor, el narrador y paranarrador,
el niño y el adulto son el mismo sujeto de acción, pero una dualidad distinta,
por madurez sicológica, del mismo personaje inserto en territorios de su
infancia y adolescencia, transcurridas en una estación ferroviaria y la ciudad
deArica.
Por el ensamblaje fragmentario de la novela, el
lector puede acometer la lectura de modo lineal, o leer las piezas de modo
independiente porque no hay pérdida del sentido en cada unidad textual, que
carece de título o número que diferencie a una de la otra, salvo por epígrafes
sui generis, más arriba citados, orientadores de la lectura. Cada estadio es
una etapa cronológica, con predominio de la infancia en la totalidad. Como
conjunto, “los textos se traducen entre sí, imbricándose y abriéndose en
derivaciones contradictorias, alrededor de su propio origen”6.
Seguimos el orden lineal que propone el libro por
numeración de páginas. El enunciado en cursiva, al inicio como señalamos
arriba, es el primero de seis en la amplitud de la novela; es la voz en sordina
omnímoda que describe pensamiento y acción del niño protagonista, expresando:
“El cuadriculado pedazo de cielo que tienes en las manos no supera los
cuarenta centímetros. Las dimensiones del espejo”, añadiendo entre otras,
esta interiorización de la experiencia infantil: “(…) La minúscula porción
de cielo reverberando en el espejo se te antoja un azulado precipicio, un
abismo índigo a tus pies. El miedo paralizándote en ese momento, es tan cierto,
tan palpable como la bruñida superficie que presionas contra el pecho” (…). La reflexión,
espaciada, que sigue al enunciado es la del adulto: “Mucho tiempo después
(…) El bruñido cielo de mi niñez ya no está allí (…). En un solo fragmento
el adulto es el niño y su pavor, y el niño en un salto temporal sin precisar,
deviene en adulto en una desterritorialización
cronológica entendida como desplazamiento en el tiempo, y entendiendo del
devenir su permanente transformaciónpara aplicar a la novela, siguiendo a
Deleuze
y Guattari, la
noción del devenir como punto de fuga, una salida para el personaje del niño en
su búsqueda, en la lectura primero, en las experiencias amorosas y sexuales
después, de intensidades nuevas. La escritura (autoral) y el cuerpo como
espacio orgánico y territorio, son concebidos por estos pensadores como
máquinas que requieren esa o esas puertas de salida7
que son los devenires.
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2.
http://danielrojaspachas.blogspot.com/2008_03_01_archive.html(30
de marzo de 2008)
3.
Juan Armando Epple:
"Novela fragmentada y micro-relato", www.cuentoenred.org
[primavera 2000].
4.
López Menacho,
Javier: “La Historia Argentina de Rodrigo Fresán”,http://www.elclubdelosimposibles.es/rodrigo-fresan-historia-argentina/
(20 de septiembre de 2010).
5.
“El amor según
Corín Tellado”, entrevista en Top Magazine, s/f http://www.elmundo.es/magazine/m34/textos/corin1.html
6.
Graciela Tomassini:
"La frontera móvil: las series de cuentos 'que se leen como
novelas'",
www.cuentoenred.org
[primavera 2004]
7.
http://medicinayarte.com/img/deleuze_guattari_%20kafka_por_una_%20_literatura_menor.pdf
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