UN POETA COREANO DICE QUE TODO POEMA ES DE AMOR”: YAKUZA, DE FRANCISCO IDE WOLLETER

“UN POETA COREANO DICE QUE TODO POEMA ES DE AMOR”: YAKUZA, DE FRANCISCO IDE WOLLETER

por Eduardo Farías A.


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Yakuza (Cinosargo, 2014) ha generado una no despreciable repercusión en el ambiente poético nacional, la cual se alimenta no solo con la publicación de este poemario sino también porque el autor ha ganado el premio Roberto Bolaño tanto en novela como en poesía. Cabe recordar que la crítica literaria debe tener mucho cuidado con no caer en el oportunismo literario, más aún cuando en el medio se critica el exacerbado amiguismo. La recepción crítica, aunque suene obvio, se debe ejercer independientemente del éxito o no de un libro o de la carrera de un autor, y considerando siempre al que escribió antes.
Desde mi perspectiva, Francisco Ide Wolleter conYakuza  ha demostrado una inteligencia poética al construir un personaje a contracorriente de lo que se ha hecho antes. Este yakuza no tiene nombre ni apodo, aspecto que lo diferencia de, por ejemplo, La Tirana de Diego Maquieira o La Manoseadade Sergio Parra. Junto con la identidad del hablante, no sabemos nada de su historia particular −la de antes de ser un inmigrante−, incluso no conocemos por qué es un inmigrante, cuáles son las circunstancias específicas que lo hacen emigrar. Esta decisión, a mi modo de ver, permite justamente construir las temáticas principales del poemario: el desarraigo y el amor, ya que Francisco Ide se enfoca en el momento actual de su personaje poético, de su historia solo tenemos breves alusiones: “asesinaron a mi mejor amigo a mi madre / a mi padre a mi abuelo a mi perro ante mis ojos” (11). Además, el poeta para construir Yakuza he echado mano de la intertextualidad, pero no es solo la que hace alusión a otros textos (que sí sucede en este poemario), sino aquella que se sirve de una realidad otra para traerla a un primer plano en la escritura y, en ese proceso, subvertirla para lograr dar cuenta de nuevas dimensiones en aquella realidad. Así, Francisco Ide traslada a un yakuza con todo su imaginario cultural a Chile, a este infierno, tal como este yakuza percibe nuestro país.
Respecto del personaje poético, Francisco Ide lo construye ya chilenizado: “Entre los carros de frituras aparecieron tus ojos de ave / extranjera y los vapores de la fritanga simularon / el aroma y la espesura del incienso” (35). De tal manera, no es evidente el proceso de transformación del personaje en el poemario, ni cultural ni lingüísticamente. Por tanto, en este proceso de exilio, este yakuza, tal como plantea Ignacio Morales, “está en crisis: desnaturalizado, fuera de contexto, el entorno cultural que validaba su código de honor lo ha marginado (…). Este desarraigo trae consigo la devaluación del imaginario habitado y su actual inadecuación topográfica e ideológica” (1). A partir de esta característica del poemario es que el hablante ya no ejerce la violencia (al menos la física) característica de un yakuza y sólo puede contentarse con la simulación: “contemplo la única foto tuya que conservo / y te lanzo shurikens con la mirada // los lanzo levemente desviados / con la secreta esperanza de que sientas / el metal frío y afilado de una estrella / rozándote la frente” (8) y con el recuerdo infundido de imaginación, tal como sucede en el poema Scanners: “Dispararle con metralla a una sandía en Sudamérica / es infinitamente más realista. // Ahora pienso que cuando ametrallé la cabeza / de Yoshida ‘el-hijo-de-puta’ / fue como ametrallar una sandía sudamericana” (24). Y este yakuza tiene plena consciencia de que la violencia es solo parte del recuerdo: “soy una ciudad poblada de imágenes inmóviles / y violentas” (41).
Toda esta temática que construye Francisco Ide alcanza su punto más alto, a mi modo de ver, en el poema Telépatas: “Nunca entendiste eso / o no tuve tiempo de explicarte. / Lo cierto es que jamás te asesinaron. / La primera bala que se incrustó, quirúrgica, efectiva / en tu cerebro, era para mí. Le apuntaron a la imagen / que tenías de mí en tu cabeza. // No has muerto. // Si abro el agujero repleto de cal en que te enterraron / no vas a estar. // Si abro la caja en que te metieron hecha pedazos / no vas a estar. // Si rajo el estómago de los peces / que te devoraron en el fondo marino / no vas a estar. // (…) No estarás tampoco en el puñado de cenizas / que dejaron en la puerta de mi casa / como una especie de advertencia. // Yo barrí con mis pies un puñado de cenizas / y tú no estabas” (49). Si en Japón para este yakuza la violencia cohabita con el amor, en Chile la paz aparente coexiste con la soledad.
Además, a diferencia de la identidad de este yakuza, el amor sí tiene nombre en este poemario: Yasunara Satori, quien es la mujer, el sujeto de deseo y que marca el sufrimiento del personaje poético: “No te alcanzo, no te alcanzo / todos los barcos en que navego se hunden / y los pasajes de avión son tan caros” (32) o, por ejemplo: “Lloro cada tarde (…) / No tengo nada en este país de mierda. // No te espero” (50). El amor, finalmente, es lo que da sentido a este poemario. Sin embargo, este yakuza no vive el amor de Yasunara, por el contrario, vive  su ausencia, lo que deja huellas de sufrimiento a lo largo del poemario. Una parte de la construcción teórica del amor, para mí la más importante, se aprecia en el poema Instant Karma: “Un poeta coreano dice que todo poema / es de amor y que / no pensar en la muerte es / no apreciar la vida. / Hay cosas por las que sería un goce y un honor, morir” (27). Toda esta cita acerca del poema y de la reflexión poética se da, como otro punto alto del poemario, en Vapores, donde la muerte se funde con la amada en la construcción de la mujer, vinculándose las imágenes del poema con la película El Aro, una de las múltiples intertextualidades del libro, las que, en algunos casos como este, resultan enriquecedoras y en otros casos no dicen nada, como la inclusión de una fotografía de La Venus del Espejo en el poema La Venus de Velázquez, fotografía mal impresa, mal trabajada y que solo entorpece el ritmo del poemario.
Para terminar, Francisco Ide ha construido un poemario coherente y muy interesante, en el cual se expone el desarriago cultural y la soledad, junto con todo el sufrimiento que se da por la ausencia de la amada, que provoca la inmigración involuntaria. Y algunos podrán pensar que, a partir de tales aspectos literarios, Yakuza fue escrito para ser analizado por la academia desde los estudios culturales y la subalterrnidad, que la vida de este personaje es un reflejo de la violencia que provoca la inmigración. Sin embargo, Francisco Ide, específicamente en el postfacio, demuestra que Yakuza es un proyecto poético donde lo central es hacer literatura, y con él este autor llegó para quedarse.
Yakuza
Francisco Ide
Cinosargo, 2014
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Eduardo Farías Ascencio (Santiago, 1985) es Licenciado en Letras Hispánicas PUC y  Magíster en Edición por la Universidad Diego Portales/Pompeu Fabra. Ha publicado poemas y críticas en diversos medios. Se ha desempeñado también como editor en la Revista Grifo.
Actualmente es director editorial de Gramaje Ediciones.
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NOTAS
(1) 893: Apuntes sobre YAKUZA (Francisco Ide, Cinosargo ediciones 2014) por Ignacio Morales Valdivia: http://www.cinosargo.com/2014/09/893-apuntes-sobre-yakuza-francisco-ide.html

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