YAKUZA DE FRANCISCO IDE WOLLETER: UNA VOZ VIRIL DESDE EL HORROR por EDUARDO J.FARIAS ALDERETE




Yakuza es un término  nipón que proviene de la peor mano de un juego de naipes, 8-9-3 (ya-ku-za). Ineludiblemente nos lleva  a la imagen de la sangre, de los tatuajes, de la frialdad de las ejecuciones y una ética de honor en lo que para otras culturas resultaría absurdo. Francisco Ide Wolleter nos entrega un sondeo en el espíritu de uno de sus ex - integrantes, un inmigrante en esta república, quien con un lenguaje lacónico un verso preciso, nos imbuye del recuerdo sangriento y angustioso , creando un equilibrio enrarecido , donde una sola imagen  dentro de la composición nos remite de bruces   al crimen:

“Dispararle con metralla a una sandía en Sudamérica
es infinitamente más realista.

Ahora pienso que cuando ametrallé la cabeza
de Yoshida “el-hijo-de-puta”
fue como ametrallar una sandía sudamericana:

la cabeza estalla
en pirotecnia de pulpa, pólvora y ceniza.”

Pero no hay que dejarse engañar, ni  desviar la atención por los elementos  de la cultura japonesa  para  colisionar de lleno con la belleza  del verbo entre lo terrible y preciso del  lenguaje, este libro  se convierte en un tatuaje de versos sobre la piel del yo poético, hasta llegar en un espacio vacío en la piel, donde calza nuestro ojo lector y descubre el sustrato humano y herido, lo innegable lo viril por sobre las “convenciones” a que nos lleva la sociedad, la nuestra y la ajena. En esto hay que detenerse lo suficiente para ver una travesía atormentada al punto que da la impresión que la antigua vida de extremo peligro y desgaste emocional resulta  ser mejor o a lo menos no tan onerosa. La Crisis hace mella y se expresa en un desarraigo con el entorno, algo “siempre” parece desmoronarse:

“llegué a esta caleta con la ropa y la piel poblada
mírame ahora, un despojo, un despoblado
me salen tentáculos tajeados de la piel
que era una estepa, a mi paso dejo lastres de tinta
soy un pulpo estrellado contra las rocas
silueta de hombre / petroglifo que adorna
la pared de una casa en Hiroshima: después del hongo
nuclear miramos con sospecha el futuro en nuestra sombra
mi sombra, en la arena, tiene la forma de un cuerpo que flota
con cuarenta puñaladas, en un charco, devorado
por los cerdos.”

La historia subyacente y la idea podría parecer simple, pero hay un trasfondo más amplio que es la capacidad de recordar y la incapacidad de perdonarse, un tópico universal en aquellos en que el decálogo ético bordea lo viril para caer lo frío y monstruoso:

“Junto a ella era un sanguinario
y no temía a la muerte
en el espejo viven
bestias aterradoras
acechan escondidas en el
zoológico abandonado de mi piel
esperan el momento adecuado
para quebrar la tersura reflectante
raptar y torturar
la forma en que me miro.”

La ritualidad del criminal tiene donde doblegarse, el amor, el mismo que a ratos se va disolviendo entre cada verso  que cita una escena usual en un yakuza.

El uso del lenguaje es pulcro, preciso y en momentos  arrollador… la pasión es innegable  aún en la encarnación de un asesino, el remate es a lo menos  sorprendente. Hay elementos y citas importantes,  como  Instant  Karma a lo Lennon y la cita de un grande e inolvidable del cine japonés Takeshi Kitano.


Una lectura interesante, Cinosargo continúa en su línea de poesía enérgica y de calidad.

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