EGO DE OSCAR RAMIREZ: UNA TORRENCIAL CARTOGRAFIA DEL YO por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE.
Hay en Ramírez la torrencial avidez de delimitar el mundo a través de sus versos. Puede ser un propósito rayano en la obsesión, la proposición es insinuante, se invita al lector a acceder a una serie de imágenes una vorágine detallada de hechos, de actos donde el ser poético se desmarca del sustrato corporal para abarcar a punta de metáfora y elementos una visión propia del yo y del mundo que le rodea.
Los actos se empapan de poesía, así sin más, en el Libro segundo es más accesible que el primero, las imágenes son más cercanas , coloquiales y el acercamiento con el lector es más evidente, se deja atrás esa vorágine lírica al que fue expuesto para entregarnos un hablante más de carne y hueso, las citas, el llamar a elementos, como los de Radiohead y algunos de sus LP y el Jazz nos da un soundtrack de fondo, los procesos mentales se van describiendo con una desenvoltura precisa, hay un lenguaje técnico que enriquece las ideas en una exponencial descripción. El lenguaje se reviste de una elegancia determinante.
En el capítulo cuarto nos lleva de la mano a calles que a merced de su descripción nos vamos empapando de un ambiente urbano a través de pulsaciones íntimas y versátiles.
Ahora nos detenemos en un recital, en el capítulo cinco. Con Jazz de fondo, el puro, el primigenio, ahondamos más en ese yo-poético dispuesto a mostrarnos las honduras de su espíritus y su franqueza acerada.
Los hoteles del capítulo Seis, instantes post recital y condescendencias, Ravel de fondo, capitulo siete y Portishead elucubraciones ante un mar que se equipara a la inmensidad del mar, los devaneos de la mente en pos de una realidad apabullante; las conclusiones del poeta ante los vacuos instantes que entrega la ambiente.
El Libro tercero, el prisma gira en los grados suficientes para ver desde un punto crítico una sociedad que a ratos se ve ajena, por lo que aquellos que nos creemos premunidos por una conciencia distinta a la actual, nos vemos lanzados a atesorar lo vivido, vemos lo nocivo de las eras pasadas para concluir en lo amargo que resulta el presente, con sus complacencias, con sus distancias, con electrónica simplicidad y enajenación. El capítulo dos abarca lo sexual en la cibernética actualidad, digno de mención, las dictaduras de América Latina y su ethos deshumanizante, hay menciones de objetos y situaciones pre siglo XXI sólo para llevarnos a nuestras propias conclusiones, nuestras aciagas conclusiones. Desembocamos al capítulo tercero con algo más íntimo, más volcado a una interioridad telúrica, la adolescencia, la secundaria y las frustraciones que todos llevamos a cuestas por esos tiempos, sin duda, un mal curable. El capítulo cuarto y los primeros escarceos con el sexo opuesto, la nostalgia latente en cada hombre maduro, en cada poeta que tiene la capacidad de abismarse en sí mismo, generador de versos, metáforas y ambientes en que lo lírico se mezcla con lo real. El capítulo quinto no teme en dirigir, una actual moral a las raíces mismas del ser, a la infancia, cuna de todas las concepciones vitales y futuras, se culmina con el capítulo seis: profundamente intimista y acá cito:
“I
Las madres no pueden permitirse que un hijo sufra
malestar / por más pequeño que sea el destino de las liebres.
\\ Mas olvidaron mencionar que la única persona digna de
castigar es ella, / ingrato privilegio entregado a lo materno
/ que dicen sufrir más que nosotros con los golpes. \\ Entro
a casa, me detienen la sala y aquella humanidad / que ha
sobrevivido menesteres de parto y enfermedades mensuales.”
El capítulo siete a modo de una conclusión, el final del periplo, el afán de los poetas por desnudar el alma llega a su manifestación más pura y la que carga de combustión para la labor de entramar poesía y vida.
Una intrigante odisea.
Ego de Oscar Ramírez. Ediciones Cinosargo. Arica. 2013.
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