Necrospectiva Vol.1. de Pablo Espinoza Bardi [Reseña publicada en Erototropismos]




Evidente es la violencia fronteriza, o, quizás de otro modo, la violencia que propone esa otra frontera que es el lenguaje. Incluso, la violencia de la nominación, ligada antiguamente al mito y la configuración de un colectivo, hoy se presenta en los espacios de comercio entre diversas lenguas. Tal es el caso de Arica, espacio físico y simbólico en el está surgiendo Cinosargo, propuesta editorial y virtual que reúne a un buen número de escritores jóvenes de tal ciudad.

Abandonando la juventud para abordar la escritura, podría decirse que la multiplicidad de factores que diseñan un ámbito y una realización de la violencia, aunque permiten visualizarla con mayor claridad, no la explican. Tampoco lo hace el hecho de que en Chile hayan proliferado estéticas narrativas (y a veces poéticas) ligadas a géneros marginales con respecto al cenit canónico literario. La entrada de la Ciencia Ficción, la narrativa policial, así como la presencia de la imaginería japonesa, el gore, los comics y la oleada de narradores que en Chile cultivan, hipertrofian, mezclan y desarrollan estas disciplinas, si bien no alcanzan a explicar la curiosa aparición de este libro en el extremo norte de Chile, al menos permiten comprender un campo de referencia.

Necrospectiva Vol.1. es una serie de retazos – fragmentos- unidos arbitrariamente en razón de una sensibilidad, un proyecto de experimentación entre géneros literarios. Por ende, no es posible establecer que sean efectivamente cuentos o este sea un libro de narrativa. La construcción de una variedad de voces, sujetos que enuncian desde el yo un discurso del encierro, la tortura, las excrecencias, el miedo y la vulneración de los espacios privados y colectivos, parecieran estar más ligados a fragmentos de un diario o las anotaciones dispersas de un cuaderno de poesía. En Necrospectiva Vol.1. no encontramos la configuración de un tiempo, personajes, sujetos y acciones que se ven transformados por el tiempo o la historia. Estas estampas, digamos, proyecciones de una violencia que se representa según los códigos de los grotesco y lo horrible, hoy en día, aunque llamativas en su disposición y contexto de producción, cobran importancia al apreciarse como transposiciones de la destrucción síquica, social y física producida por el comercio y el aislamiento.

Como enunciara al principio, no es descabellado comprender los textos de Necrospectiva desde una muestra de diapositivas espirituales, que exponen y traducen los conflictos de los referentes. La invasión de objetos extraños al cuerpo, a la protección del sujeto y su ámbito, ciertamente reflejan la invasión del espacio público, así como la violencia del decir y la repetición descriptiva, además de parodiar el discurso científico, también lo exacerban, mostrando cómo en nuestro país estos modos de representación han anulado las presencias. Ya sean las torturas físicas en dictadura, la contabilización de los votos, las estadísticas y los índices de pobreza y crecimiento, las representaciones de lo real en Chile, como diseña con excesiva corporalidad Espinosa Bardi, se han encargado de posponer y virtualizar el sufrimiento y la materia. En ese sentido, Necrospectiva.Vol.1. nos devuelve a una sensibilidad con respecto a las presencias y no a los nombres y figuraciones por las que catalogamos.

Desde el horror y la abyección, Espinoza resitúa, no tanto lo visceral – espacio aún ausente-, sino la tensión que existe entre ese cuerpo y aquello que lo rodea. Romper ese continuum de lenguaje sobre lenguaje, además de inquietar, no puede ser menos que interesante, aunque por otro lado, la profusión de esquirlas o fragmentos, puedan entenderse más como una algarabía o la asunción de un modelo preestablecido para representar lo irrepresentable. En ese sentido, es posible cuestionar los fines que persigue la escritura de Espinosa, principalmente pues toma tópicos y ámbitos trabajados hasta el cansancio por el comic, el cine, la música y cierta literatura de outsiders, sin plantear una crisis, salvo la que pareciera sugerir la situación de enunciación.

Quizás sea necesario volvernos sobre ese punto. Las políticas de la geografía, los derroteros del nombre y las dificultades de la multiculturalidad que aflora en las fronteras. Es interesante pensar esta literatura fronteriza en las fronteras del bicentenario de la ficción nacional.

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