Raíz de Uno de Fernando Rivera: Muestra y reseña de la edición número trece de Cinosargo
Raíz de Uno (Cinosargo 2011) de Fernando Rivera Lutz.
Edición número trece de Cinosargo Ediciones.
Poesía.
Raíz de uno (Cinosargo 2011) de Fernando Rivera Lutz, persiste y dialoga con el fracaso total del mundo retratando con cada verso la épica y cotidianidad del dolor, la soledad y el abandono desde un paraje que exige ser duro, casi una alimaña, nos dice el autor en uno de sus poemas: "No cualquier animal es digno del desierto de Atacama / no basta tener el cuero duro / la lengua larga / o ver bajo el agua en las costas del desierto / aquí para sobrevivir / requieres de otros mecanismos / articular otros sentidos / no basta el oído / para escuchar el respiro de la noche / ni basta el olfato / para captar el aroma de la niebla en la mañana / aquí el peligro acecha / en cada plano recortado"
El primer contacto con este sentimiento de agonía, es la memoria. Lucha que se asume con obstinación desde la educación sentimental del infante. En el poema "Mi abuelo" Rivera Lutz poetiza a un flácido hombre, su porte delata un tierno y estoico patetismo ante un simple ritual como beber atento a los empates a cero de su equipo favorito. La vida entera parece sumirse en partidas que terminan con la inutilidad del empate sin goles, sin embargo, la pasión inútil de dar pie a empresas que se saben abortadas y absurdas desde su concepción, no son razón suficiente para excusar la pelea y dar marcha atrás.
En el poema primero del último apartado (), la poesía de Rivera Lutz declara: "Un sol endemoniado cae sobre las planicies por donde marchamos / la fila de cómo 20 entre muchachas y muchachos a poco se desploma / los malditos que hacen de jefe fuerzan el tranco / y a cuenta gotas la ración de agua sobre las cantimploras: / regla número uno para sobrevivir en el desierto, dicen. / Aun así, felices por sobre imposibles laderas / cantamos los himnos de la revolución / convencidos de un nuevo amanecer / que a fuerza de ráfagas y delirantes discursos / hará flamear nuestra bandera en palacio".
Miles de bellos jóvenes marchando directo al picadero, una generación sin amuleto, sacrificados como Heraud, como Roque Dalton y todo por una quimera de mierda, reclama Bolaño. Sueño al fin y al cabo y eso es suficiente para mover la consabida consigna: "Fracasa de nuevo, fracasa otra vez, fracasa mejor"
Pero esos discursos e ideologías del mañana, las máuser y ametralladoras búlgaras del presente, fueron en un comienzo un objeto mítico que dispara la imaginación a una edad impresionable, la Colt 44 de Harry el sucio y excéntricas balas fucsia portadoras de una visión fantasmática del padre, un recuerdo empolvado en el armario familiar, vaso comunicante con la figura de antiguo juez de policía local en el desierto de Atacama, otra vez ese condenado desierto que Rivera Lutz describe: “Ojo con los muertos diseminados / en estas extensas planicies / completado el ángulo en cada esquina / cruces y flores secas / nada de osamentas / el viento es siempre / la última palada inconclusa. / A veces sobre caminos / en que se pierden los rastros / al borde de una huella / una animita encendida / qué muerte más sola / en estos estériles paisajes / alerta entonces con los murmullos / que el desierto despliega / puedes oír a veces el resuello de un lagarto / pero que no te engañe ese otro respirar. / Se equivocan quienes piensan / que el desierto es tierra de nadie”.
El padre como sheriff de spaguetti western perdido en la nada y la velocidad del disparo diseminado en la camanchaca, establece un primer contacto con la muerte. Bukowski nos dice en un poema "Un sabor temprano de la muerte no es necesariamente una mala cosa" y Bukowski, Ferlinghetti así como los beatniks son afluentes para la médula de Raíz de uno.
El beat desde luego, no sólo por el ritmo intrínseco de la poesía Beat= ritmo/pulsación, sino también por el sentimiento de beat=golpe y por tanto derrota asumida ya sea de modo directo a través de las tentativas de suicidio o dilatado en aquellas errancias por el tiempo, ignorando toques de queda, rozando vidas y márgenes, sobreviviendo desamores y pendencias en lugares desconocidos en que van quedando retazos de uno como otro tipo de sacrificio.
“Raíz de uno” de Fernando Rivera, una antología olvidada como él la llama, es la suma del horror, ese horror que Kurtz (Marlon Brando) profético y abismado susurra en Apocalypse Now pero que todos asumimos tozudos como reza Nietzsche “lo que no te mata te hace más fuerte” y a fin de cuentas: “nos parecemos a aquellas encomiendas / que llevan impresa la palabra frágil / y cuyo destinatario / ha sido borrado por el tiempo”.
La particularidad es que estás encomiendas son lanzadas desde la oquedad desafiante del desierto, esa ruta escénica en que nos hundimos como especie, y son "astillas volátiles como cenizas en este desierto en llamas".
Daniel Rojas Pachas
Escritor y Director de Cinosargo Ediciones
0 comentarios